El traslado de norte a sur, dentro del propio territorio comenzó hace unos 30 años, hasta agregarse definitivamente a los atractivos de Bahía de Malagueta, una de las zonas protegidas de la flora y fauna cubanas.
El actual domicilio en un estero adyacente a playa La Jíbara, incluye mañana y tarde a centenares de colonas y colonos que sobresalen entre el relieve, donde ocasionalmente vuelan otras aves autóctonas o aplatanadas, aunque la posadera de flamencos inspira respecto por la consagración en el rastreo de alimentos.
Mientras las bandadas de gaviotas anuncian el botín, los principales representantes del área continúan inmutables y mediante sus largas extremidades logran el manjar en profundidades vedadas para otros plumíferos.
En el ecosistema vecino hay un refugio de variedades silvestres que prefieren la espesura forestal con zunzunes, tipos de palomas del monte, garzas, judíos, bijiritas, tojosas, cernícalos, tomeguines, lechuzas, diminutos sinsontes de costa y el sinsonte representativo de miles de canturías.
La reserva natural de Bahía de Malaguetas posee su buenaventura para destinos turísticos ilimitados en relación a la floresta, entre ellas múltiples endémicas, magníficas playas, aguas mansas para el yatismo, barrera coralina virgen, así como Punta de Picúa, paraíso del flamenco rosado.
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