El
30 de enero de 1981 José Martí publicó en el rotativo El Liberal, de
México, el ensayo Nuestra América, texto que cuenta entre los más
importante de su obra escrita.
Desde entonces hasta hoy los hijos de la
América Nuestra, (tal como definió el Apóstol a los habitantes desde la
Patagonia hasta el Río Bravo, geografía que marca a partir de 1948, la
frontera entre ciudades de Estados Unidos y México), hemos contraído una
deuda con Martí.
Como bien se sabe Martí fue un cronista
de su tiempo, en la referida obra el autor valora con argumentos claros y
convincentes la necesidad de libertad e independencia de Latinoamérica,
de quitarse de encima la bota sucia que aplasta, domina y ahoga a los
pueblos: el imperialismo y las formas de coloniaje. En ese sentido y
entre tanto discurso, apunta: “Lo que queda de aldea en América ha de
despertar”.
Desde La Habana, Cuba, se salda una
deuda con José Martí, en la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños, (CELAC). El mejor homenaje al
revolucionario y antimperialista ferviente en el año 161 de su
natalicio.
Los presidentes que asistieron al magno
encuentro, en nombre de sus pueblos, tal como dijo Martí hace más de un
siglo, han reconocido que “estos tiempos no son para acostarse con el
pañuelo en la cabeza, sino con las armas de almohada…, las armas del
juicio, que vencen a las otras”.
Pues la necesidad de integración y de
unidad en la región, hoy no deja lugar a dudas; mientras ya se han dado
firmes pasos en ese sentido.
Resulta extraordinario, reconfortante y
optimista escuchar a una dama como Cristina Fernández de Kirchner, hacer
un análisis objetivo y mostrar de manera magistral, alternativas de
independencia económica para nuestros pueblos, que dan la emancipación
política y permiten distribuir más y mejor las riquezas que se poseen.
Es como dijo Martí, “De todos sus peligros se va salvando América.”
La CELAC constituye una especie de
salvación de Nuestra Tierra. Enfocados hacia la lucha contra el hambre,
las desigualdades y la pobreza, jefes de Estado como Rafael Correa, de
Ecuador, reconocen que la pobreza en la región no obedece a escasez de
recursos, sino a la desigual distribución, fruto de los sistemas
coloniales y neocoloniales.
Un denominador común en este proceso
integracionista es el reconocimiento a la labor de Fidel y Chávez,
fundadores en las ideas y la acción de Unidad, como continuadores de
Bolívar y Martí, y de muchos próceres que en cada momento histórico han
sabido luchar por la justicia y la paz en los pueblos latinoamericanos.
De un modo u otro, los reunidos en la
Segunda Cumbre de la CELAC, como José Martí en el año 1981, dijeron:” Y
qué calle el pedante vencido; que no hay Patria en que pueda tener el
hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas”.
Hoy los máximos representantes de la
América Nuestra no solo están orgullosos de vivir en ella, sino que se
muestran listos para servirla y honrarla, con la determinación y la
capacidad de construir un mejor mundo para todas y todos, porque “Madre
América, allí tienes hijos”.
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