sábado, 7 de enero de 2017

Por: Grabiel Peña González el .  
 La Habana, Julio 4 de 2008. Sesionaba en el Palacio de Convenciones el Octavo Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba.

Allí, entre renombrados colegas de toda la Isla, al calor de los debates de temas cotidianos como la relación con las fuentes de información, las manifestaciones de secretismo, censura y autocensura periodística, el plenario enmudeció por un instante, luego el aplauso cerrado, ensordecedor, intenso…

Supimos que no llegaría físicamente a la cita de los periodistas cubanos, pues convalecía de una complicada intervención quirúrgica, pero si supimos y sentimos de su presencia espiritual y de la carga emotiva de su nota: Para mis hermanos los periodistas cubanos: Una Colección de Diccionarios. Municiones para conceptos claros y honestos.

Desde ese momento las sesiones de trabajo se hicieron más intensas, los criterios más agudos, las propuestas más atrevidas. Habíamos recibido el pedido del Jefe de la Revolución, de cambiar los destinos del periodismo cubano, de pasar de la complacencia al ejercicio del criterio, profundo, reflexivo y constructivo.

Se retomaron conceptos suyos sobre el papel de la prensa y el ejercicio del periodismo: Veo a la prensa jugando un papel importantísimo en la elevación de la moral y en la preservación de todos los valores sagrados de nuestro pueblo, en la denuncia, en el combate, en la lucha contra todas las cosas mal hechas, sentenció.

Asimismo, con su estilo agudo pero a la vez sugerente escribía: Prefiero los inconvenientes de las equivocaciones a los inconvenientes del silencio, y proseguía: Es mejor que lavemos los trapos sucios antes de que los trapos sucios nos sepulten por estarlos guardando.

Pienso que todos los dirigentes debemos leernos los periódicos, ver la televisión y oír la radio para enterarnos de las cosas. Dudo que los divulgadores de los organismos y los voceros digan los desastres de sus centros; por tanto, el periodista,  como muchos aquí han dicho, tiene que indagar.

Los días de congreso pasaron como ráfagas de viento. Ya en la clausura, otra vez el plenario enmudeció por un instante, luego el aplauso cerrado, ensordecedor, intenso… Eran las palabras de Fidel, en voz del Comandante de la Revolución Ramiro Valdez Menéndez, las que daban cuenta del seguimiento que había hecho en su convalecencia de los debates y los acuerdos a los que se arribaron.

En sus palabras no faltó el consejo oportuno y la confianza depositada en el Ejército de Periodistas Cubanos para ganar la batalla, que ahora es de ideas.

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