viernes, 31 de julio de 2015

 Punta de Picúa, en el  municipio de Puerto Padre, es en estos tiempos uno de los mayores asentamientos naturales para la sostenibilidad del flamenco rosado, en la provincia de Las Tunas. Las primeras aves de ese tipo  migraron desde Bahía del Flamenco, muy próxima al terraplén que une a La Villa Azul con El Socucho, Punta de Piedra, Punta Negra, El Guincho, Bahía de Escobar y otros sitios atrayentes para pescadores, cazadores y carboneros, quienes de una u otra forma incidieron sobre tan hermosas criaturas.

El traslado de norte a sur, dentro del propio territorio comenzó hace unos 30 años, hasta agregarse definitivamente a los atractivos de  Bahía de Malagueta, una de las zonas protegidas de la flora y fauna cubanas.

El actual domicilio en un estero adyacente a playa La Jíbara, incluye mañana y tarde a centenares de colonas y colonos que sobresalen  entre el relieve, donde ocasionalmente vuelan otras aves  autóctonas o aplatanadas, aunque la posadera de flamencos inspira respecto por la consagración en el rastreo de alimentos.

Mientras las bandadas de gaviotas anuncian el botín, los principales representantes del área continúan inmutables y mediante  sus largas  extremidades logran el manjar en profundidades vedadas para otros    plumíferos.

En el ecosistema vecino hay un refugio de variedades silvestres que prefieren la espesura forestal con zunzunes, tipos de palomas del monte, garzas, judíos, bijiritas, tojosas, cernícalos, tomeguines, lechuzas, diminutos sinsontes de costa y el sinsonte representativo de  miles de canturías.

La reserva natural de Bahía de Malaguetas posee su buenaventura para destinos turísticos ilimitados en relación a la floresta, entre ellas  múltiples endémicas, magníficas playas, aguas mansas para el yatismo, barrera coralina virgen, así como Punta de Picúa, paraíso  del flamenco rosado.

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