Para los puertopadrenses el 7 de 
septiembre de 2008, es una fecha difícil de olvidar. Ni el paso del 
tiempo, ni la devolución a la vida útil de muchas viviendas e 
instituciones estatales logran sepultar aquellas horas de incertidumbre 
cuando el Huracán Ike azotó a Puerto Padre. 
Nunca antes se había vivido una 
experiencia similar, y aunque la Defensa Civil actuó de prisa para 
salvaguardar vidas humanas esa noche pasó a la memoria como la peor 
vivida en este pueblo costero. 
 Del azul hermoso, todo se volvió gris, casas derribadas, árboles en el 
suelo, mangles quemados, daban la imagen de una destrucción semejante a 
una guerra. El rastro de la tristeza alcanzaba a la mayoría, o mejor 
dicho la totalidad de los habitantes de esta región. Un mutismo se 
apoderaba de las horas siguientes, la lamentación era lo que resonaba, 
sin embargo al paso de las jornadas, mi gente hacendosa recomenzaba la 
vida y ponía manos y corazón para arreglar como se pudiera las 
habitaciones donde vivir, compartía el agua, la comida y el combustible,
 en fin sellaba el capítulo del 7 de septiembre con espíritu de 
solidaridad. 
 Con los años, el panorama ha ido renovando colores, y se vigoriza el 
orgullo legítimo de vivir en este pedazo de tierra bendecida por la 
belleza natural. 
Cierto es que aún persisten huellas dejadas por Ike, pero no se puede negar que ahora divisa edificaciones más sólidas capaces de resistir los embates de huracanes, y sí se anuncia un evento de ese tipo las medidas de protección alcanzan dimensión acertada, oportuna. La experiencia no nos haría repetir el llanto, las pérdidas materiales de seguro serían mínimas.
Aunque Ike es una pesadilla que no se borra totalmente, Puerto Padre, 8 años después vuelve a ser mágico, encantador, un pueblo de luces, bello, lleno de historias. Sigue siendo Ciudad de Molinos y Villa Azul de Cuba.
Cierto es que aún persisten huellas dejadas por Ike, pero no se puede negar que ahora divisa edificaciones más sólidas capaces de resistir los embates de huracanes, y sí se anuncia un evento de ese tipo las medidas de protección alcanzan dimensión acertada, oportuna. La experiencia no nos haría repetir el llanto, las pérdidas materiales de seguro serían mínimas.
Aunque Ike es una pesadilla que no se borra totalmente, Puerto Padre, 8 años después vuelve a ser mágico, encantador, un pueblo de luces, bello, lleno de historias. Sigue siendo Ciudad de Molinos y Villa Azul de Cuba.
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martes, septiembre 08, 2015
Maricela Hernández Jiménez



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