Un grupo de trabajadores de
nuestra emisora, que como ya se sabe, hoy cumple SETENTA Y CUATRO años de
fundada, tuvo la oportunidad de disfrutar de un proyecto comunitario que tiene
por escenario el barrio La
Granjita, en el Batey de Delicias: Entre Amigos.
Dos jóvenes se encargan,
básicamente, de aunar voluntades en pos de fortalecer, con sus acciones, los
valores identitarios de la comunidad: Dailín Benítez y Miguel Nadal, hijo.
Hacer un proyecto comunitario es
algo sumamente hermoso, pero también necesita de un desprendimiento personal
muy alto, un altruismo importante, sobre todo en estos tiempos donde la
familia, el hogar, urgen de tantos recursos materiales y ellos son el sostén de
la vida espiritual.
Hacer eso a un lado y dedicarse
en cuerpo y alma a animar la vida sociocultural de sus propios vecinos es algo
que merece algo más que un reconocimiento social.
Pero sucede que esas personas no
buscan siquiera un aplauso de alguien, ese distingo por vanidad, sino que es
algo nacido debido a una indetenible voluntad de hacer, de ver el gozo ajeno
para avivar el propio.
Entre amigos, del barrio La Granjita, de Delicias, es
auténtico y no basa su fortaleza en la utilización de distintas manifestaciones
artísticas como elemento aglutinador, sino la participación colectiva, porque
sabe que muchas personas tienen dentro de sí algo que decir o manifestar y ese
es el espacio, todos tenemos habilidades y podemos ponerlas a disposición de la
comunidad.
Por la estructura social que
tiene nuestro país, existe un sinnúmero importante de organizaciones en los
barrios que no se tienen en cuenta a la hora de hacer una acción de esa
naturaleza y ese es el error.
Sin embargo hay un asunto que sí
no puede soslayarse, cada proyecto comunitario necesita de un líder, una
persona o varias con suficiente prestigio y poder aglutinador, que sepa cómo
deben hacerse las acciones sin imponer nada, dispuesto siempre a escuchar y, de
ser posible, útil y necesario, agregar a las sugerencias de quienes se empeñan
en seguirlo.
A mi juicio, cuando un proyecto
surge de manera institucional, carece de sustentabilidad pues no siempre
dispone de los recursos subjetivos que abonan la espontaneidad. Se desarrollará
bajo la impronta de un plan ya orientado y por eso se desvía de los intereses
que distinguen el entorno donde se practica.
Entre amigos, como otros,
incluyendo a El Boquerón: un espacio azul para la cultura, tiene “madera” para
alcanzar todo lo que se proponga siempre que vaya en cada acción el latir
conjunto de los corazones de sus organizadores.
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