Erigir un monumento a Máximo Gómez en
Puerto Padre demandó de su escolta Santiago Marrero Giraldo mucha
vehemencia y dedicación.
Diversas cartas a figuras influyentes y
amigos se conservan como testimonio de la misión de su escolta para
divulgar y perpetuar la memoria de uno de los hombres más valiosos de la
guerra por la independencia.
En 1961 la imprenta puertopadrense
reprodujo una misiva que Santiago Marrero dirigiera al entonces Primer
Ministro Fidel Castro Ruz en la que proponía de acuerdo a los méritos
del dominicano dedicarle el 18 de noviembre, día de su nacimiento, una
jornada para honrarlo, pues poco se divulgaba de aquella figura clave en
la lucha por la libertad de Cuba.
Con claridad Santiago declaró la discriminación patriótica ejercida por
algunos historiadores, secretarios, periodistas y Ministros de los
Gobiernos que ha sufrido Cuba desde de la República hasta la fecha, en
contra del Generalísimo. Añadía su escolta que la población cubana
desconocía ¿Por qué Gómez junto a Martí y Maceo eran las tres figuras
más importantes de la Revolución del 95?
Testigo del encuentro
en Monte Cristi, Santiago cuenta con detalles aquel diálogo intenso
donde reconocían en un primer momento el error de Carlos Manuel de
Céspedes de destituir en 1872 a Gómez del Primer Distrito de Cuba, en la
Toma de Bayamo. Martí añadió para ponerle punto final al asunto “Pobre
Carlos Manuel de Céspedes pudo en él más la vanidad que el amor a la
Independencia y a la Democracia”
De primera mano aparece en el
documento aquella conversación llena de pasión y respeto entre Martí y
Gómez luego de la decisión de este último de regresar a Cuba aunque
fuera en un barquichuelo. El abrazo y disposición del cubano más
universal de juntarse con ellos. “Cuando los Maceo y Flor Crombet se
encuentren en Oriente; Carlos Rolof y Serafín Sánchez en Las Villas y
nosotros en el Camagüey, yo puedo morir en la seguridad de que ustedes
conquistarán la independencia de Cuba”. A lo que el gran estratega
militar nacido en Baní respondió: “No, Martí tu puesto está en
Washington. Tú no puedes ir a la guerra, ni pensar en la muerte, porque
para Cuba y los cubanos sería una desgracia conquistar la independencia y
que tú no seas su primer Presidente”.
Vale la pena reproducir este documento para comprender la entereza y visión de Máximo Gómez. Cuando
el pueblo cubano desde Remedios a La Habana daba loas al libertador de
Cuba luego de su entrevista con el representante de los Estados Unidos
Mac kinley, allá en Sagua la Grande el Generalísimo reconoció ante la
muchedumbre “ que él no era el Libertador de Cuba, pues Cuba no era
libre: Lo hubiera sido, pero el poder americano en nuestras luchas
contra el poder de España que ya teníamos vencida, nos arrebató ese
derecho”
La Constituyente de 1901 otorgaba derecho a Gómez en su
condición de extranjero para aspirar a la Presidencia de la República
por sus más de diez años de haber tomado las armas por la independencia
de Cuba. En un contexto de tirantez entre la Asamblea y el General
Gómez, el pueblo decidió llevarlo como Candidato único a la jefatura del
estado, pero el paladín dominicano no aceptó esa candidatura y expresó:
“No puedo aceptar, este puesto debe ser para un cubano que se asemeje
si es posible a Martí y recordó uno de sus pensamientos que forma parte
de su decálogo: No debe olvidarse que la espada bienhechora para dirigir
y gobernar bien las cosas de la guerra no es muy buena para esos
oficios en la paz; puesto que la palabra Ley es la que debe decirse al
Pueblo, y el diapasón militar es demasiado rudo para interpretar con
dulzura el espíritu de esa misma Ley.
Con la misma fuerza con
que Máximo Gómez apoyó la candidatura de Tomás Estrada Palma como
presidente de la nueva República y pidiéndole que no volviera a la
reelección, se opuso a la reelección de Estrada Palma pues sabía que
sobrevendría una segunda etapa funesta para Cuba.
La carta al
Doctor y Primer Ministro Fidel Castro Ruz y al Consejo de Ministros
dirigida por Santiago Marrero Giraldo en diciembre de 1961 constituye
una pieza valiosa que viene a confirmar de primera mano el valor del
escolta que extendió su misión más allá de la muerte del Generalísimo
para que su memoria no muriera entre los cubanos.
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