miércoles, 5 de marzo de 2014

Hay hombres que se vuelven parte indisoluble de la historia y los ejemplos para ilustrar esta afirmación llenarían miles de cuartillas pero seria inútil porque no podrán enfatizar lo que quiero decir.
 Siempre estarás en los corazones de todos.
 Sin embargo cuando  un hombre  escribe en la historia con trozos de leyenda,  a la usanza de los caballeros andantes de la era medieval, este adquiere dimensiones que traspasan los límites donde se entretejen realidad y mito, este es el caso del Comandante Hugo Chávez o porque no decir el Gigante de la Montaña.

Quienes hablan de él en pasado no saben lo que dicen y es que la muerte, tan simple y pequeña, no pude llevarse la colosal impronta que nos legó, eso   lo sabemos los que le queremos, los que compartimos su secreto en esta complicidad que nos convierte en hermanos.

Hugo Chávez solo cambio de cuartel general, antes libraba su batalla desde Miraflores, su  querido palacio, donde como sabio rey supo lo que era mejor para su pueblo y con su adarga al brazo lo defendió de vientos y tempestades.

Hoy sigue su eterna lucha desde el cuartel de la montaña, que guarda, como tesoro invaluable, su eterna sonrisa, porque decir que guarda sus restos, es blasfemia, Hugo Chávez vivirá por siempre en los hombres y mujeres del pueblo  al que le enseño a pensar de manera diferente, convirtiéndolos por siempre en dueños de su propio destino.

¿Quién dice que perdió la batalla contra la muerte si esa fue su mayor victoria? ¿No entienden que  en su caso,  solo se convirtió en una  estrategia de lucha?, lo único que  consiguió, fue hacerlo inmortal.

Las ideas y el ejemplo de Hugo Chávez Frías, son el legado que pasara de mano en mano y de generación en generación como estandarte de guerra, y al pasar de los años el mundo lo seguirá recordando como lo que es: el gigante invencible que contempla desde su montaña la llegada feliz del mundo mejor que soñó, pero también dirán,  con una mezcla de asombro y admiración: Ese fue el hombre que un día supo burlar a la muerte.

Por: lic. Niuvis Ivón Torres González. 

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