Esas probabilidades variaron esta vez en el cuatrimestre noviembre – febrero, al registrarse lluvias y bajas temperaturas, que favorecieron al patrimonio verde incluidos Covarrubias y Bahía de Malagueta, clasificadas como zonas especiales de flora y fauna, con unas 18 mil hectáreas.
Las bondades menguaron a inicios de marzo y aunque transcurre sin incendios, los guardabosques están muy alertas ante la sequía y efectos para generar material combustible de árboles, herbazales, plantaciones cañeras y residuales de cosecha de viandas.
Estos elementos ponen en tensión, además, al Comando 102 de bomberos, campesinos, carboneros, pescadores, comunitarios y transeúntes.
Tales fuerzas potencian al cuerpo de Guardabosques en zonas costeras, el centro y sur del municipio, a fin de minimizar los riesgos por igniciones en bosques naturales o por reforestación humana.
Otros instrumentos que se adecuan de enero a junio, son los acuerdos que vinculan en la protección contra incendios al Movimiento Cooperativo, Empresa Agropecuaria y AZCUBA, porque poseen diversos renglones asociados al planeta verde.
Quienes residen o visitan el norte tunero son testigos del matiz clorofílico que logra la región, donde poco a poco aparecen los árboles y matorrales en espacios incinerados por el huracán Ike en septiembre del año 2008.
En la mira de esas arboledas permanecen alertas los integrantes del cuerpo de guardabosques en compañía del cantar de las aves, a las cuales dedicaremos un próximo artículo.
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