Ahora que La Feria del Libro en Puerto Padre
es acogida otra vez con entusiasmo por constituir una de las
celebraciones culturales más importantes de Cuba, conviene echar un
vistazo a la historia para confirmar que cuando los pueblos sienten
como propio un suceso de esta índole, se necesita mucho diálogo y
reflexión para suspender luego del 2007 y hasta este mes de marzo
próximo, un evento sociocultural que califica como el más
multitudinario de todo el país.
La primera Feria del Libro con respaldo estatal de la que tengo noticias se desarrolló entre los días 20 y 27 de mayo de 1937 en la explanada de La Punta, Malecón y Paseo de Martí, más conocido hoy como el Paseo del Prado. Sus organizadores fueron Emilio Roig de Leuchsenring y José Luciano Franco. El escritor Alfonso Hernández Catá tuvo las palabras de apertura en tanto el doctor José María Chacón y Calvo, director de Cultura del Ministerio de Educación fue quien la clausuró.
El periodista de la época Ramón Vasconcelos, en su columna del periódico El País, valoró como superior la muestra respecto a la primera feria del libro de Madrid «Más cuidada la selección, más atención oficial para el librero. Sólo que no es posible convertir en entusiasmo súbito la indiferencia de un público, de un gran público que discute hasta el precio de los periódicos.»
Las fuentes revelan que hubo otras ferias, aunque antes del triunfo revolucionario destacan las que se desarrollaron en los años 49 y 50, organizada por Raúl Roa García (El Canciller de la Dignidad) y otros influyentes intelectuales de la Cuba republicana.
En el parque Central capitalino los días 9 y 10 de febrero de 1952 se realizó una celebración similar. Jóvenes puertopadrenses de la AJEF (Asociación de Jóvenes esperanzas de la Fraternidad) Aurelio Miranda, peteneciente a la logia masónica, de visita en la capital, pudieron apreciar la evolución de aquella fiesta de la lectura y entusiamados sugerieron realizar al año siguiente en Puerto Padre una celebración semejante. Ellos fueron José Mariño Plá, Rafael Díaz Sánchez y Rafael Román Pérez.
El periódico Sábado del 30 de Mayo de 1953 anuncia en sus capsulares que aquella primera Feria, pensada inicialmente el 20 de mayo, para honrar a José Martíen el año del Centenario de su natalicio, se posponía del 4 al 7 de junio e iba a tener extensión a los Centrales de Chaparra, Delicias y Vázquez.
En la fecha prevista el parque José Martí de la Villa Azul acogió la iniciativa con la Banda Municipal de Conciertos y palabras del profesor y pastor de la Iglesia de Los Amigos Cuáqueros Juan Sierra, Gonzalo de A. Ochoa Calderón y el alcalde Amado Escalona Mastrapa, estos últimos miembros de la logia Los Perseverantes.
Se tienen pruebas de que la celebración contó con el apoyo de la Librería Económica de La Habana y que se nutrió también de los donativos de libros que realizaron el pueblo y algunas instituciones.
Una nota del Sábado precisa que "había libros para todas la edades y con precios de acuerdo a su categoría, de Filosofía, Letras y artes y de cuanto haya de interesante en una amena lectura". La experiencia se repitió al año siguiente, en la misma fecha pero con un día adicional y con inclusión efectiva para el Central Chaparra.Se añadió también La primera libre exposición de dibujos y pinturas con el propósito de que cada autor aportara el 20 porciento de la venta de sus obras que se utilizaría para el transporte y la organización del encuentro, que durante mucho tiempo se realizó en contadísimos pueblos de Cuba.
Incorporar la Feria del Libro de los 90 con testimonio de Carralero, asesor Literario entonces y si es posible fotos de la celebración o prueba documental.
Luego del triunfo revolucionario La Feria del libro de la Habana se retomó en el año 1982, y se dedicó a honrrar las figuras de José Marti, Jorge Dimitrov y Nicolás Guillén. A partir del año 1998 se hizo habitual tener en cada edición a un país invitado, y fue México el primer elegido. En la Feria correspondiente al año 2000 se dedicó por primera vez a un autor vivo, que fue Cintio Vitier, Premio Nacional de Literatura 1988.
Puerto Padre retomó esta celebración nacional en el año 90 y su organización recayó en el escritor Ernesto Carralero Bosch, asesor literario en la Dirección Municipal de Cultura. Aunque el movimiento literario y editorial era escaso se ofertaron diversos libros en estantes ubicados la Pista 2000 cercano al Parque de la Independencia.
Luego existieron fiestas de libros que eran ventas celebraciones más modestas y restringidas al aspecto comercial. A partir del 2003 Puerto Padre se convierte en sede de la Feria Internacional del Libro de La Habana, aunque sin presencia extranjera con un nutrido programa de talleres, lecturas, conferencias y participación de escritores de la talla de Lisandro Otero, Miguel Barnet, Pablo Armando Fernández, Jesús Orta Ruiz, Guillermo Vidal Ortiz entre muchos otros que venían a confrontar criterios con autores del patio.
No se trata de reducir el espacio a la venta y a las opciones artísticas que ella propone, sino de pensar cuánto aporta a los puertopadrense en materia de enriquecimiento espiritual el contacto con los libros, a sabiendas de ser esta región una de las más lectoras del país.
Tengo mucha fe en este regreso de la Feria. El esfuerzo y el sello de los villazulinos para lograr cierta distinción por encima de esa verticalidad que tanto daño nos causa, será la clave de contar cada año con este acontecimiento cultural.
Fuentes: Aarchivos de Rafael Román Pérez, secretario de la Ajef en Puerto Padre.
Característica de las construcciones de esta denominación religiosa que al frente de sus templos situaban plazas para el reposo y el esparcimiento de sus fieles.
La plaza en el centro tenía un sugerido espejo de agua que le otorgaba cierto lucimiento a la que sería llamada a partir de la segunda década del siglo, Plaza Bolívar, aunque no con mucho
arraigo entre los villazulinos.
Hasta 1927 no tuvo este espacio carácter de parque, cuando el alcalde José Vicente Aldana de Torriente lo separó del ámbito eclesial y le agregó elementos como bancos y jardines.
Las logias Masónicas de la Villa azul, Delicias y Chaparra edificaron en 1936 este rincón con un singular alto relieve que muestra un Martí meditabundo, esculpido por un destacado artista camagueyano de la época.
Posteriormente se construyó un murete al que se le empotró una verja terminada en punta para proteger al busto martiano y escoltado en esta ocasión por tres palmas reales dispuestas en triángulo, según los principios de la masonería.
En el centenario del apóstol, en 1953, las autoridades lideradas por el entonces alcalde de Puerto Padre Amado Escalona sembraron como símbolo de la nacionalidad una postura de ceiba proveniente de Parada, y plantada en tierra de los trece barrios del municipio, desde la Yaya hasta Naranjo, así se unió esta ceiba al culto martiano.
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