¡Qué
temple el de esta mambisa cubana!, quien desde su firmeza de carácter y
dulce espíritu se convirtió en insigne luchadora de los derechos
femeninos, a la par de la gesta independentista.
Camagüeyana de nacimiento, Ana Betancourt Agramonte manifiesta su inteligencia e hidalguía en la juventud, antes, su niñez acaudalada le permite ascender en el conocimiento. Virtuosa emprende el camino de la manigua como si fuera al encuentro con la libertad definitva, y su voz preclara se deja escuchar en escenarios trascendentales de la historia patria: entre tantos, la Asamblea de Guáimaro.
Ella deja correr su pluma en las proclamas revolucionarias de entonces y es su verbo fino y comprometido el llamado a la lucha.
Tiene el respeto de sus compañeros de armas, y la admiración plena del amoroso esposo, con quien comparte ideales puros por la nación.
Pelea como una guerrera, lleva por dentro el fuego de cubana impetuosa. El ejército español su captor, le mantiene bajo presión a la intemperie en sabanas de Jobabo. Su coraje se impone una vez más. El exilio le depara los últimos años de vida y Madrid le ve apagar su existencia el 7 de febrero de mil novecientos uno.
La insigne patriota cubana es figura excelsa de la creación fecunda en una época de dominación y combate.
Como bien dijo el Padre de la Patria, Ana Betancourt es recordada por su empeño en lograr la emancipación de la mujer.
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